Hay un movimiento de los grandes
delanteros de fútbol que demuestra su visión del juego y que
consiste en bajar a medio campo cuando ven que los balones no llegan
a la delantera. Son conscientes de que potencialmente pueden ser los
mejores delanteros del mundo pero de nada les sirve si no tienen el
balón. El problema es que, tener el balón lejos de la portería es
una mala opción para meter goles, así que bajan al medio y suben el
balón ellos mismos. En la enseñanza este símil es aplicable a
multitud de situaciones, ya que no podemos estar estáticos con
nuestro modelo inflexible esperando que el alumnado nos preste su
atención, sino que tenemos que ser capaces de contar con
multitud de recursos que reclamen su atención y después llevarlos a
nuestro terreno.
Quienes no entienden esto se consuelan
hablando del déficit de atención y de la cultura del zapping,
porque es mucho más duro reconocer que lo que nosotros explicamos,
simplemente no les interesa. Y la raíz de este problema es que,
probablemente, lo que nosotros queremos explicar es muy interesante,
pero los balones no llegan.
Esta situación nos suele suceder en
muchas ocasiones al profesorado del Conservatorio que hemos tenido
una formación basada únicamente en la ejecución, análisis y
estudio de la música “culta”. Creemos que, en muchos aspectos,
es la mejor música jamás creada y puede que incluso sea verdad, pero
no entendemos que no todo el mundo está capacitado para sentir eso
en el mismo momento de la vida.
Las estadísticas muestran que la
música clásica es una afición tardía. Los programadores de
las salas de conciertos se preocupan al ver pocos jóvenes en las
temporadas de abono de las orquestas sinfónicas, y se atemorizan
pensando que el final de los días de la mayoría de sus abonados
está más cerca. No se dan cuenta de que, si se hace bien, cada vez
habrá más aficionados por el simple hecho de que cada vez hay más
personas mayores por el aumento de la esperanza de vida. No quiero
decir que por tanto no tenga sentido iniciar a tempranas edades en la
escucha de música clásica, o en la asistencia a espectáculos
(especialmente si están diseñados para público infantil y tienen
la calidad adecuada). Es una semilla que se planta y queda hibernando
durante años para brotar en el momento adecuado (que suele ser
cuando tenemos dinero, tiempo y ganas de convertirnos en melómanos).
De manera similar, en la educación
musical, el conservatorio no debe centrarse tan masivamente en los
repertorios de los siglos XVIII y XIX. Hay que bajar al medio
campo y preguntar a nuestro alumnado qué música escuchan, y por
mucho que nos horrorice, tenemos que trabajar con eso. Si logramos
entender que no hacemos músicos repertoristas, sino que lo que
debemos hacer es incrementar las competencias artísticas y técnicas
de los pequeños instrumentistas, gran parte de los objetivos
competenciales se pueden alcanzar tanto con Mozart como con Lady
Gaga. Con la diferencia de que, si el alumno/a es fan de dicha
cantante, poder tocar su música, aunque sólo sea una línea
armónica que va por debajo de la melodía que hará su profesor, es
un sueño hecho realidad.
Pero además, hay dos hechos que
corroboran esta necesidad. El primero es un estudio que está
desarrollando el profesor del ESMUC de violín Jazz Oriol Saña que trata de demostrar que es mejor músico clásico (si por
ello se entiende a quien tiene musicalidad, y precisión técnica en
aspectos como afinación y ritmo) quien compatibiliza el
repertorio clásico con uno de otro estilo (bien sea Fok, Jazz o
cualquier otro).
El segundo es que la música clásica
tal como se entiende en los conservatorios, no es superior en una
serie de aspectos: desarrollo del oído melódico y armónico, de la
improvisación, riqueza rítmica, posibilidades expresivas, trabajo
de la memoria.. Y esto hace que para ciertas cosas, el músico
clásico que además viene de otros estilos, tienen cierta ventaja.
Hay intérpretes de música clásica a los que admiro profundamente
que se iniciaron en la música a través del pop, luego pasaron al
jazz y terminaron con la música clásica y la antigua. Estos músicos
han descubierto que la ejecución fiel de una partitura escrita
sólo comprende un periodo limitado de la historia de la música,
y que el público de hoy en día, por ejemplo en Música Antigua,
aprecia enormemente la capacidad de improvisación al estilo de lo
que hacían los músicos de la época. Y aquí, ellos parten con
ventaja. Su producto es diferenciado y cada concierto es único, y
eso, en un mundo en el que los músicos de conservatorio salen con
una etiqueta de producto en serie, se convierte en un elemento
diferenciador muy valioso.
Dejo aquí una entrevista a un gran
músico que, como no pocos, realizó este recorrido desde el Rock
Duro hasta la música renacentista: Fahmi Alqhai
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