Hace más de 35 años un director de
orquesta y economista llamado José Antonio Abreu puso en marcha uno
de los modelos más revolucionarios que muestran el poder
transformador de la música: El Sistema Nacional de Orquestas
Infantiles y Juveniles de Venezuela, formado por centros educativos
musicales en torno a agrupaciones musicales, fundamentalmente
orquestas sinfónicas, en barrios marginales y localidades de los
diferentes estados de Venezuela, con un sistema piramidal que
culminaría con la Orquesta “Simón Bolívar”, años después
considerada por muchos una de las cinco mejores orquestas sinfónicas
del mundo.
¿Cómo es posible convertir a un país
en desarrollo y alejado de la tradición sinfónica en quizá la
potencia número uno en cuanto a jóvenes talentos? Supongo que son
muchas las razones, pero hay una fundamental: hay pocas cosas tan
maravillosas como poder comunicar y expresar sentimientos a través
de música en vivo realizada por un conjunto. El Sistema gira en
torno a las Orquestas, los niños pequeños, antes de poder tocar un
instrumento ya aprenden la disciplina de este tipo de formación
realizando coreografías con instrumentos de cartón y cantando. El
resto de las posibles disciplinas están puestas al servicio de la
formación: el solfeo o las clases de instrumento no tienen ningún
sentido si no sirven para mejorar el resultado individual de cada
componente del grupo y, por tanto, llevar a cotas superiores el
resultado sonoro de la agrupación.
Es pues un modelo más eficaz, más
eficiente y con un componente social mucho más transformador del que
tenemos en muchos países de Europa y en especial del de nuestro
país, que quizá puede dar muchas lecciones a Venezuela, pero no
especialmente en este ámbito educativo.
Reconocer que Abreu y su equipo fueron
unos visionarios y que los resultados avalan un trabajo muy bien
planificado y desarrollado no impide buscar ciertos paralelismos en
nuestro país:
Antes del desarrollo de los
Conservatorios en España, la mayoría de la música instrumental se
centraba en la tradición de Bandas de Música, vinculadas en
gran medida a las tradiciones militares y, en mayor medida a las
religiosas. Las Bandas de Música han tenido desde siempre un enfoque
integrador, con diferentes generaciones y perspectivas en torno a la
música. Pero la clave, como en todo logro de la humanidad, es la
puesta en común de talento individual en pos de un resultado
colectivo.
El niño que ingresa en la Sociedad
Musical quiere ser un músico de la primera Banda, quizá como lo ha
sido su padre, algún hermano o alguna persona a la que admira. Se le
asigna un instrumento que le garantice una plaza en alguna de las
agrupaciones y lo antes posible, comienza a hacer música en grupo,
posiblemente en la Banda Infantil o Juvenil. Normalmente compagina
estos ensayos, que son el momento estelar, con el estudio en casa del
instrumento (pero esta vez por la motivación positiva de mejorar y
alcanzar mejores resultados en la Banda) y las clases teóricas (más
bien pocas) y de instrumento. Esas clases se centran en el repertorio
de la banda y en las necesidades técnicas y de lectura musical que
el niño/a requiere para ir superando retos cada vez mayores en la
clase de grupo. El centro es la Banda y posiblemente el concierto de
Santa Cecilia o el primer día en que el niño realiza el primer
desfile; después crecerá con sus amigos en un ambiente
intergeneracional y de compañerismo. Al cabo de los años, quizá se
convierta en un profesional de la música, quizá sus estudios o su
vida laboral le aparten por un tiempo de “su” Banda, pero hay
muchas posibilidades de que por muchos años la Banda siga siendo su
manera de participar en la comunidad o que, al menos, siga sintiendo
“los colores” como los siente un aficionado a un equipo de
fútbol, siga respetando la música y sea parte del público que
nutre los conciertos.
Teóricamente, el modelo de
Conservatorios superaría ese modelo un tanto rural y arcaico:
profesores titulados y mejor remunerados, asignaturas con un
currículo detallado y con un horario lectivo estipulado. Sin
embargo, se nos olvida la esencia: cada profesor de cada
asignatura piensa que ésta es un fin en si mismo, trabaja de
manera aislada y no consiente que nadie le diga qué tiene que hacer
en clase o qué deficiencias debe superar su alumno para facilitarle
la labor en las otras asignaturas. Piensa que el centro es la clase,
y lo demás (resto de clases, conciertos, proyectos escénicos) son
actividades menores. Los profesores de instrumento consideran su
clase la más importante y nunca la de Orquesta, Banda o agrupación.
Valencia supo integrar estas dos
realidades y muchos Conservatorios nacieron vinculados a las Bandas,
simplemente por transformación de sus Academias de enseñanza no
reglada en reglada. Sin embargo, otras como Andalucía no supieron
aprovechar el fuerte arraigo de estas formaciones: se crearon
Conservatorios Elementales en pequeñas poblaciones con un número
muy limitado de instrumentos y que se desarrollaban de espaldas a las
Bandas.
Algunos somos conscientes del poder
transformador en la motivación del alumnado de las agrupaciones, no
sólo de las bandas, sino de las orquestas, las Big Bands o los
coros; por eso intentamos que sean el centro del Conservatorio, por
eso intentamos que, en la medida de lo posible, los profesores con
mayor capacidad de liderazgo, con mayor experiencia en este tipo de
formaciones y con mejor predisposición al trabajo en equipo y a la
“actividad extraescolar” de los conciertos, los viajes y las
giras, se encarguen de estos grupos. No siempre es así y todo el
centro lo paga.
Rafael Ruiberriz, un gran músico
Sevillano que creció musicalmente compaginando Conservatorio y banda
de Música da el clavo en esta entrevista
cuando dice:
(...) las bandas están "absolutamente
desaprovechadas en Andalucía. La banda de música es el instrumento
más accesible y económico para acercar la música clásica allí
donde no llega por sus cauces convencionales. En el fondo, la música
que más se escucha en Sevilla es la de las bandas, y este es un
patrimonio que no se puede desaprovechar, porque supone una forma
fundamental de iniciación a la escucha.”
(...)"Los jóvenes afrontan el
nervio del concierto real mucho mejor en una banda que en las
audiciones del conservatorio. A través de los conciertos y de la
disciplina del trabajo diario están introduciéndose poco a poco en
un entorno profesional. Yo discrepo absolutamente con el sistema de
formación musical que tenemos en España, que tendría que estar
vinculado a las bandas y a los coros, y cuando fuera posible también
a las orquestas, claro. No concibo un conservatorio en un pueblo sin
una banda. No entiendo que se pueda enseñar flauta, clarinete o
trompeta en un pueblo donde no haya una banda. Los profesores
deberían ser itinerantes y en todas las localidades debería haber
una banda de música que se aprovechara tanto para la formación
musical de los jóvenes como para aproximar la gran música a todos
los ciudadanos".
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