martes, 27 de octubre de 2015

CÓMO ELEGIR INSTRUMENTO MUSICAL PARA NUESTROS HIJOS

Una vez, una amiga me preguntó sobre el instrumento que debía escoger su hijo a la hora de estudiar música y yo le dije que para mí el mejor instrumento es el que tiene más oportunidades de hacer música en grupo; que la música era como el fútbol: existe la posibilidad de practicar sólo, pero en compañía sus posibilidades son mucho mayores.

La respuesta parece una estupidez (y más el símil), y en cierto modo lo es, porque todos los instrumentos, incluso el órgano, son susceptibles de hacer música en grupo; es más, ya que todos lo son, ¿por qué no elegir los instrumentos que mejor puedan hacerme compañía en momentos de soledad?. Desde ese punto de vista, instrumentos como el piano y la guitarra se convierten en una gran oportunidad, ya que tienen grandes posibilidades como instrumento “solista” (entendido solista como instrumento con repertorio propio a solo). Pocas personas a excepción de familiares y músicos de tuba pueden tener interés en asistir a un concierto en el que un único músico se sube al escenario y toca la tuba durante más de una hora; mientras que existen un interesante circuito de recitales para pianistas o guitarristas que actúan solos.

Así pues, quizá el problema no está en el instrumento, sino en la propia trampa en la que caen estos instrumentos tan completos: su amplio repertorio para instrumento solo, sus posibilidades sonoras sin necesidad de ser acompañado por otro, sitúan este tipo de actividad muy por encima en comparación con otros instrumentos. Así, instrumentos como el contrabajo, la tuba, el trombón o el fagot, con un repertorio mucho más limitado para instrumento solo, suelen buscar siempre la complicidad de un grupo más o menos numeroso para desarrollar la música. Es absurdo encontrar un fagotista que deteste tocar en grupo, que desprecie el quinteto o que no haya comenzado a tocar en Banda u Orquesta en cuanto su nivel técnico se lo haya permitido. En contraste, son muchos los pianistas que basan el 90% de su esfuerzo en el repertorio para piano solista y dejan en un segundo o tercer plano de prioridades la música de cámara o las posibilidades del piano o el teclado en otros estilos... incluso son muy pocos los que contemplan las posibilidades de cantar y tocar a la vez.

El resultado de esta política es que los conservatorios tienen una gran capacidad para formar pianistas repertoristas, focalizando el objetivo en tener montado un repertorio para recitales de piano que normalmente no realizan fuera de los muros de su Centro; por no hablar de las escasas posibilidades de convertirlo en su actividad profesional; el número de pianistas con capacidad e interés por la música de cámara es considerablemente menor, y el que tiene habilidad para leer a primera vista y convertirse en un buen pianista acompañante también es limitado. Pero mucho más limitada es la cantidad de pianistas que pueden improvisar, acompañar sin partitura o dominar otros estilos musicales más allá del repertorio clásico.

Por todo ello, siempre digo que el Trombón es uno de mis instrumentos favoritos, no porque me guste especialmente sus cualidades, sino porque un trombonista puede formar parte de grupos de Pop, de Jazz, de fanfarrias, de charangas, de Bandas de cornetas, de Bandas Sinfónicas, de Orquestas, de grupos de ministriles o Big Bands. Además, el trombón bajo es el instrumento que menos aspirantes ha tenido en las pruebas de acceso a la Joven Orquesta Nacional de España incluso en los últimas ediciones. Algo parecido sucede con el Contrabajo, con posibilidades también en la música folk, en el flamenco, en el Klezmer o en los tangos. Y también sin la masificación de promociones de jóvenes instrumentistas bien preparados y sin posibilidades laborales. Paradójicamente son los instrumentos menos demandados.


Debemos asumir que la mayoría de nuestros hijos que comienzan el estudio de la música no serán profesionales, por eso tenemos que tener clara la existencia de un Plan B que pasa por tener la práctica instrumental como una afición que le reporte grandes satisfacciones en el resto de su vida. Quizá estas satisfacciones las tendrá en la edad adulta cuando llegue de su trabajo y se siente al piano un rato para relajarse (a él y a sus vecinos) , pero mi experiencia me hace pensar en el ser social que necesita relacionarse y tener un hábito de ensayos en una comunidad, sea un coro, una banda aficionada o un grupo de rock de padres de familia.

Tengo un amigo norteamericano que vino a España sin más experiencia musical que la de su educación secundaria; pero para su dicha, Estados Unidos es uno de los muchos países que basa el currículo oficial de la asignatura de música en la práctica instrumental, con lo que tiene unos conocimientos limitados de interpretación al piano. Después de muchos años de salir del Instituto, su afición favorita actual es juntarse con amigos una vez por semana y tocar grandes clásicos del Rock con su banda, leyendo el cifrado americano (cómo no?) y cantando los coros con una pronunciación impecable. Su nivel técnico es inferior a la mayoría de los españoles que han estudiado tres o cuatro años en el Conservatorio, pero el enfoque práctico y pragmático de su formación y la idea de tocar en grupo le permite encontrar un elemento de satisfacción que la mayoría de los ex-alumnos del sistema educativo musical español no disfrutan.


La planificación educativa en las enseñanzas musicales pasa por la generación de agrupaciones y la formación de músicos de todos los niveles para que puedan participar, cada uno dentro de sus posibilidades en este tipo de experiencias.

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