martes, 12 de enero de 2016

UN MÚSICO ES ALGO MÁS QUE UN INSTRUMENTISTA

Un conjunto de músicos está tocando en alguna sala y entre el público hay alguien a quien, de manera improvisada se invita a cantar. Pese a sus reticencias termina subiendo al escenario y da cuatro instrucciones a los músicos quien en seguida se ponen a tocar y aquello suena como si hubieran estando practicando juntos toda la vida.
Esta situación, que hemos visto en multitud de películas, es muy habitual en músicos de determinados estilos, pero totalmente irrealizable para la mayoría de intérpretes que estudian en el Conservatorio. Generalmente porque hay tres aspectos dentro de la formación del músico que están seriamente marginadas en nuestro plan de estudios. Me refiero al oído armónico, la memoria y la capacidad de improvisar.

OÍDO ARMÓNICO: Nuestro alumnado de armonía es capaz de, cogiendo una sola voz de un Coral de Bach hacer su armonización a cuatro voces, logrando un perfecto equilibrio entre el aspecto vertical (las armonías resultado de la superposición de las voces) y el horizontal (con melodías más o menos interesantes en cada voz). Sin embargo, la mayoría no son capaces de diferenciar de oído un acorde mayor a uno menor: cuando suenan diferentes notas en un acorde no saben cuáles son. Esto en el fondo tampoco es un problema para muchos músicos de otros estilos que, tampoco saben qué notas forman un acorde, pero saben tocar melodías "en perfecta armonía" con esos acordes.

MEMORIA: En ciertos instrumentos, tener la vista liberada de la partitura supone una ventaja para tocar (piano, guitarra, marimba, arpa..) ya que el intérprete puede dedicarse a mirar dónde pone las manos. En estos instrumentos sí se trabaja la memoria, sin embargo, en los demás ese trabajo es muy limitado y el intérprete se siente desnudo cuando le faltan sus partituras.

CAPACIDAD DE IMPROVISAR: La creatividad está en horas bajas en los Conservatorios, a pesar de dedicarnos a algo tan creativo como es la música. Si a ello unimos los problemas citados con el oído armónico, entendemos por qué, a pesar de nuestra superioridad técnica en muchos casos frente a intérpretes de otros estilos, nuestra rigidez a la hora de improvisar nos delata.

Es esencialmente en estos tres aspectos en los que pienso que diferencia al MÚSICO con mayúsculas del simple instrumentista. El instrumentista es aquel que es capaz de reproducir fielmente una partitura (que no es poco); el buen instrumentista además lo puede hacer incorporando aspectos de su riqueza interior que hace de su ejecución algo único y el buen profesional instrumentista es quien lo hace con un número mínimo de lecturas o incluso a primera vista. El Músico es el que llega a un lugar donde hay música en vivo y en seguida es capaz de ponerse a tocar conjuntado sin necesidad de pedir partituras y pudiendo incorporar cosas de su propia cosecha... a eso no los formamos en los Conservatorios.

Por eso, nuestros guitarristas o pianistas rezan cuando llegan a una fiesta y hay un instrumento, rezan para que nadie los delate y les hagan subir a ese escenario, porque sucederá lo contrario que pasa en las películas: si logra vencer su miedo escénico se pondrá a ejecutar su limitado repertorio que recuerda de memoria sin aceptar peticiones y sin poder evitar que la fiesta se venga abajo; con lo que, tarde o temprano renegará de su formación musical tres veces antes de que cante el gallo y dejará que otros, seguramente con una técnica inferior a la suya se hagan los reyes de la fiesta cantando y tocando o acompañando.

Fotografía: fuente INTEF MEC

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